Ir al teatro es solo el primer paso. Hay miradas que cambian después de una función. Las acciones educativas que lo acompañan son una invitación a ir más allá de la butaca: abren ventanas a mundos invisibles, despiertan el deseo de comprender y hacen crecer las preguntas que se esconden tras el escenario. Son semillas de luz que germinan en forma de diálogo, empatía, pensamiento crítico y palabras que hacen florecer la conciencia. Más que formar espectadores, ayudan a construir miradas propias.